Biografía de Óscar Chávez
Óscar Chávez, conocido también como el Caifán
Mayor, fue un cantante, compositor y actor mexicano que nació el 20
de marzo de 1935 en Colonia Portales, de la Ciudad de México y
falleció el 30 de abril de 2020 de coronavirus (COVID-19) en la
Ciudad de México ha sus 85 años de edad.
Óscar Chávez fue el principal exponente de la Nueva Trova en México
en los años sesenta y setenta. Estudió teatro en la Escuela de Arte
Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes, en la Academia de
Teatro del Maestro Seki Sano y en el Teatro de la Universidad
(UNAM).
Produjo y actuó en varias obras de teatro, películas y telenovelas
en México. Logró fama internacional interpretando su música.
Canciones como "Por Ti" y "Macondo" se convirtieron en estándares
en la mayor parte de América Latina. También grabó muchas canciones
populares mexicanas. También se destacó por su fuerte compromiso
social y las ideas progresistas expresadas en sus letras. Su
discografía impresionante abarcó cuatro décadas.
Como actor fue dirigido por Héctor Mendoza, Ludwing Margules, Ana
Sokolov, Luis Alcoriza, Juan Gurrola, Juan Ibañez, etc. Su
actuación en la película «Los Caifanes» le valió dos premios
cinematográficos: La Diosa de Plata y El Heraldo. Ha aparecido en
varias telenovelas y dirigido algunas piezas teatrales; entre
otras, «Un hogar sólido» y «Ventura Allende» de Elena Garro y
«Coloquio Nocturno» de Durremat.
Como actor y director participó en la grabación de más de 200
programas de radio-teatro para Radio Universidad (UNAM). Sus discos
incluyen más de veinte títulos, entre los que se encuentran tres de
la serie «Voz viva de México» (en que recita poemas de Sor Juana
Inés de la Cruz, Gilberto Owen y Amado Nervo) y «Cuento de
Navidad», farsa teatral de Emilio Carballido.
Sin embargo, la actividad que más lo ha caracterizado en público es
la de cantante, a la cual pertenecen la mayoría de sus discos y por
la cual es conocido internacionalmente. Sus presentaciones incluyen
recitales en el Festival de la OTI, el Polyforum Cultural Siqueiros
y el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, en el Festival
de la Canción de Protesta, el Festival de Varadero y el Palacio de
Bellas Artes de Cuba; en la Plaza Colón de Madrid, España, etc.
Es difícil decir cual arte hace artista a Oscar Chávez; no porque
haya que decidir entre la actuación o la Dirección Teatral, la
poesía, la composición o el arreglo musical. No, incluso eso
resultaría sencillo, es difícil, en cambio, porque en él todas
estas actividades provienen, en parte, de una fuente que hoy nos
parece extraña: el oficio y la dedicación paciente a todos los
aspectos de cada actividad. La dirección de una obra de teatro, por
ejemplo, no está escrita para él en un dialecto distinto del de la
actuación; componer una canción o hacer el arreglo musical de otra
no pertenecen a dos clases distintas de actividad.
Suele decirse que el oficio y el talento se dan en grandes
cantidades, pero siempre separados; raramente la disciplina
sobrevive al talento; pocas veces al talento aparece en medio de lo
que se aprende en los salones de clase o en los desvelos de los
investigadores. Mientras más esté uno convencido de estas
afirmaciones, más sorprendente le parecerá que Oscar Chávez no haya
abandonado el rigor en nombre de una fácil carrera de éxitos. Eso
vale tanto como decir que cualquier cosa que emprende, la emprende
desde todas las posturas posibles (la de actor cuando es director,
y viceversa; la del compositor cuando sólo canta y al revés; la del
poeta cuando recita, y al contrario). Hay en ello un arte, un
oficio y, de alguna manera, una humildad paciente y artesana.
Estas tres últimas cosas, creo, han hecho de él no sólo un artista
muy valioso sino, también, un «rescatador» de nuestro folklore.
Esto se ha dicho muchas veces, pero nunca está de más señalarlo.
Cuando uno escucha cualquiera de los dos volúmenes de su «Herencia
Lírica Mexicana»; no puede sino reconocer su fidelidad a una
tradición (que es otro de los aspectos de cualquier oficio) no
siempre muy bien conservada por los cantantes y las compañías
grabadoras. Es como si Chávez hubiera debido «aventar» los granos
de la cosecha para limpiarle la paja.
Cuando digo que ha sido fiel a una tradición, lo digo en dos
sentidos. Primero no ha acudido a los amaneriamientos virtuosistas;
y el segundo, pero no menos importante, porque su fidelidad es lo
contrario de una literalidad; no fija formas sino que permite, y
hasta justifica, las variaciones, los juegos, los arreglos
musicales. Esto lo salva de los purismos académicos y, a la vez, le
permite mostrar la vitalidad de una tradición musical a la que ha
dedicado tanto su estudio como su talento.
Pero toda esta preocupación por una tradición y un folklore es más,
generalmente, una preocupación por la cultura y el modo de vida de
un pueblo. En este sentido, todo interés por el folklore es
político. Por ello, creo, es común incluir la canción de protesta
(generalmente firmada por un autor) en el folklore. La razón de
esto es de alguna manera política y en su forma más inmediata y
elemental, es solidaridad. Aún cuando no estemos de acuerdo en
llamar Folklórica a la canción de protesta, el paso de la una a la
otra nos seguirá pareciendo natural. Lo raro sería que alguien que
canta canciones populares, en el más estricto sentido de la
palabra: Canciones del pueblo, no hiciera suya el alma de ellas; lo
extraño sería que un jaranero que interpreta música Veracruzana,
escribiera en su casa canciones secretas para Dean Martín.
La solidaridad es aquí una coherencia y ambas se someten a la
prueba de fuego cuando se trata de producir un disco que sea, a la
vez, fiel en las interpretaciones y el fiel en las creaciones
(Oscar Chávez mezcla a menudo canciones populares y de protesta en
sus discos). Esta prueba solo es superada si el gusto ha sabido
dirigir la selección hacia la coherencia y la fidelidad en la forma
y en el contenido; es decir, si no ha falseado la forma tradicional
a favor del virtuosismo y la comercialización, y si no ha
traicionado lo que toda canción folklórica tiene de política en
nombre de los esquemas que inventan aquello con lo que quieren ser
solidarios. Aquí, una vez más, Oscar Chávez suma su oficio a su
talento y hace de su fidelidad una solidaridad y de su solidaridad
hace una fidelidad. La claridad y la efectividad de sus canciones,
tanto como su belleza, así lo muestran.
Pero no todo es tan serio. Así como el folklore es, en algún
sentido, político, la política es folklórica. Las parodias de Oscar
Chávez y las sátiras que hace pesar sobre los profesionales de la
política son caricaturas demoledoras. Pero, ¿meras caricaturas? Se
dice que la realidad copia al arte. Lo patético comienza cuando la
realidad copia a las caricaturas; pero lo patético puede muy bien
ser motivo de burla y carcajada, así como de indignación
horrorizada. La ironía es sin duda un arma poderosa; no voy a decir
que el ridículo de algunos políticos mexicanos sea mérito exclusivo
de Chávez; no, los mismos políticos podrían compartir con él los
derechos de autor y gozar de los beneficios de una gira, pero
seguramente la burla de Oscar Chávez les hace recelar y decidir no
ponerse debajo de las lámparas y frente al público. Entonces Chávez
saca la fotografía o la caricatura de ellos y los presenta como en
la vida real. Lo que quiero decir es que el arte de la parodia
política es, para él, un arte fundamentalmente realista. No creo
que nada que no sea capaz de reírse de la política pueda ser
realmente político; quien no sabe reírse buenamente de la realidad
no puede ser un buen crítico. Oscar Chávez lo es.
Muerte
Óscar Chávez fue hospitalizado en el hospital 20 de Noviembre del
ISSSTE con síntomas de coronavirus la tarde del martes, 28 de abril
y allí murió el jueves, 30 de abril de 2020.