Letra de La Valla De La Muerte
Nace un nuevo día,
el sol me mira,
el viento sopla,
peinando dunas que ardían.
Paso a paso,
sentía gris melodía,
de granos de arena y viento,
bailando en la lejanía.
Dejo atrás mi tierra…
sumida en la desgracia del olvido
y que agoniza por el sida.
Nubes formadas por suspiros,
ríos de llanto,
ira…
Sierra Leona: ¡no hay salida!
El camino oscuro profana mis miedos,
mi sangre se vuelve hielo,
el ocaso ilumina el cielo.
Luz de luna que descansa
sobre dunas del desierto,
senderos de plata,
sueño despierto.
El camino es largo,
cerca de hamada,
en el Sahara,
pies descalzos y un sabor amargo.
El olor de miles de cuerpos en letargo,
el desierto llama a la muerte por encargo.
La sed, el hambre y el cansancio
aturden mis sentidos y mi ánimo,
¡alguno más débil murió!
Cuando golpea el día
y se vuelve más cálido,
la arena es un imperio de
espejismos bajo el sol.
Llegó a su fin el dorado manto árido,
a mis espaldas dejo Argelia, sudor y pánico.
Marruecos,
última puerta hacia el mañana.
Su maleza me llama,
escaparé de sus llamas…
ESTRIBILLO
Se entristece el cielo,
lloran las estrellas,
vive en mí ese miedo,
soledad y tristeza.
Mirada perdida en la inmensidad de un sueño,
agonía del recuerdo,
me maltrata el pensamiento.
II
Después de varios días y frías vigilias,
clandestinos sin hogar, entre súplicas, Corán y Biblia,
moran bajo sombras de las calles
de un califa que construye mezquitas con el hambre.
Nadie responde al hombre que su mal esconde
tras su mirada perdida quién sabe dónde.
Quizás, en la inmensidad del cielo
o en el empeño de librar batallas en un viaje eterno.
Marruecos, senda del infierno,
mafias dictan leyes con corazón de invierno.
Un dilema: perder la vida o alcanzar un sueño.
La ruta del estrecho tiene un precio.
ESTRIBILLO
Se entristece el cielo,
lloran las estrellas,
vive en mí ese miedo,
soledad y tristeza.
Mirada perdida en la inmensidad de un sueño,
agonía del recuerdo,
me maltrata el pensamiento.
III
Niebla,
madrugada incierta.
Llegamos a un bosque donde se vislumbran vallas.
Mi ansiedad despierta.
Dormir es prescindible,
soñar con lo imposible es rozar con la mirada la terrible puerta.
Seis metros de alambrada se alzan al alba.
La libertad se llama Ceuta y me deja sin habla,
sin armas, le pido a Dios por mi suerte…
Me enfrento en la batalla de la valla de la muerte.
Escaleras artesanales, nuestro puente.
Peldaños de esperanza,
¡miedo inexistente!
Somos noventa inmigrantes,
cristianos, árabes… hijos del mismo éxodo: hijos del hambre.
La ilusión pierde su brillo
cuando el brillo de un casquillo cae al suelo y escalera en mano miro al cielo.
Frente a mí, la Guardia Civil,
que es mi sombra, Guardia marroquí, que viene al ritmo de un fusil,
¡Fuego!
Poso la escalera en la alambrada,
voy subiendo sin aliento,
en una escena gélida alguien dispara…
Gritos ensordecen mi huida
mientras mi corazón habla:
¡Salta! ¡No hay salida!