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Caí ante la promesa de un placer perverso y callejero creí que por unos cuantos pesos saciaría mi necesidad de amor, de calor.
Y así sobre aquel colchón mohoso me convertí en uno de tantos clientes de aquella mujer que se gana la vida procurando llenar los huecos que la soledad te incrusta en el corazón.
Y hoy estoy peor que antes, traicioné mis sentimientos por media hora de sexo, disfrazado y artificial. Quería sentirme un hombre y terminé sintiéndome un cobarde incapaz de recibir amor real de nadie.
Pensé que nada malo podría resultar de ello, era solo una experiencia nueva. Y hoy estoy con el corazón hecho pedazos y el cerebro depravado.
Cambié las posibles sonrisas de un primer amor por una ilusión barata que en un cuartucho se quedó. Todo pasó como una sombra y como vino ella se fue dejando a uno de tantos clientes en la puerta de aquel sucio hotel.